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Notas del Autor

A lo largo del relato he procurado entretejer los hilos de la realidad y la ficción de forma que compusieran un único tapiz, por lo que al llegar al final me siento obligado a declarar qué hechos son verídicos y cuáles sólo han ocurrido en mi imaginación.
En todo cuanto se refiere al desarrollo de la plaga de filoxera, tanto en Francia como en España, he respetado fielmente fechas y acontecimientos. A pesar de la diferencia de una década entre el ciclo francés y el ciclo español de la enfermedad resulta asombroso comprobar el paralelismo de errores, desidias, conflictos y esfuerzos infinitamente humanos que se dieron a ambos lados de la frontera.



La elección de Haro como marco de la novela no fue gratuita. La villa de Haro representa el ejemplo perfecto del auge, caída y renacimiento que experimentaron muchas localidades riojanas en las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX: al desarrollo económico fruto de las masivas exportaciones de vino a Francia sucedió una profunda crisis debida al fin de las mismas, que coincidió en el tiempo con la pérdida de las colonias de ultramar y la llegada de la filoxera a la región; y fue en aquel caldo de cultivo donde surgieron la mayor parte de las bodegas que hoy la hacen famosa. Me he apoyado en algunos acontecimientos históricos para reflejar el ambiente de prosperidad de la primera época de esplendor: la inauguración de la nueva plaza de toros en la que actuaron los dos mejores espadas del momento, la primicia del alumbrado público eléctrico en todas sus calles y, ya en 1892, cuando los tiempos de bonanza tocaban a su fin, la decisión de establecer la Estación Enológica en la ciudad y la apertura de una sede del Banco de España -que en aquella época aun admitía accionistas privados y efectuaba transacciones de crédito y descuento como el resto de entidades bancarias-.
La influencia de expertos franceses en la mejora de los procesos de vinificación riojanos es un hecho indiscutible. Anglade, Serres, Blondeau, Vigier, Savignon, Lepine y, por supuesto, Jean Pineau son nombres de enólogos y bodegueros galos que se instalaron en la región durante el último tercio del siglo XIX. Los cambios que Antoine Hortofeux introduce en la explotación de los viñedos y la gestión de las Bodegas Azcona están inspirados en los que Jean Pineau llevó a cabo en las instalaciones del Marqués del Riscal en Elciego.



Las asociaciones de viticultores y bodegueros en la comarca de Haro surgen años después de lo que se indica en el relato. No obstante, he recurrido a anticiparlas en el tiempo como recurso para presentar las reacciones de dichos colectivos a los acontecimientos ligados a la lucha contra la filoxera.



La epidemia de cólera morbo de 1885 no alcanzó en La Rioja la virulencia de las ocurridas en 1834 y 1855. Sin embargo, el clero de la provincia, con el obispo don Antonio María de Cascajares y Azara a la cabeza, organizó ejercicios espirituales, novenas y procesiones en diversas localidades entre julio y noviembre, momento en que el prelado convocó un solemne Te Deum en la catedral de Calahorra al tiempo que hacía pública una pastoral encabezada con la siguiente frase: “La cólera del Señor se ha aplacado al fin”. Existe constancia de que el padre jesuita Vinuesa estuvo presente en la procesión celebrada en Haro y que las comuniones superaron el número de tres mil. Por otra parte, la oración a San Caralampio es auténtica, aunque no me consta que fuera vendida al precio indicado.
Las exposiciones universales de Barcelona y París constituyen dos muestras del florecimiento que experimentaron este tipo de ferias internacionales durante la segunda mitad del siglo XIX. La mayoría de ellas incluía un certamen de vinos, lo que fue aprovechado por los bodegueros españoles -especialmente catalanes y riojanos- para dar a conocer sus productos allende las fronteras. En general se concedía un número de premios elevado, que incluía medallas de oro, plata y bronce, varios tipos de diplomas de honor y otras menciones honoríficas. Para agilizar la narración y dotarla de fuerza novelística me he permitido la licencia de reducir los premios a una única categoría de medallas y escenificar las deliberaciones del jurado con una prueba de cata a los vinos finalistas.
La Estación Enológica de Haro ejerció un papel destacado en el desarrollo de la vinicultura de La Rioja, sobre todo en los aspectos formativos y experimentales. Las reticencias iniciales de los cosecheros fueron superadas gracias a un trabajo meticuloso y una labor divulgativa encomiable. Las informaciones sobre los cursos impartidos e incluso el examen de graduación de Feliz Herreros están basadas en documentos publicados.



El episodio de la muerte de Mateo Trevijano se inspira en el asesinato de Aniceto Sor a manos de Isidoro Bañales, alias “Caracocha”, ocurrido en las mismas fechas y similares circunstancias a las descritas en la novela. Por supuesto, la personalidad de Trevijano es inventada y nada tiene que ver con la de Aniceto Sor, al igual que la de “Caracocha”, para el cual he preferido mantener el nombre. En cualquier caso, quiero pensar que el verdadero “Caracocha” se sentiría orgulloso de tener una razón noble para justificar el homicidio que cometió.
El comienzo de la última etapa de la guerra de Cuba en 1895 provocó una convulsión en la península que adquirió tintes dramáticos en el seno de las clases populares, sometidas al injusto sistema de levas establecido por la Ley de reclutamiento y reemplazos del 11 de julio de 1885. En virtud de la misma, los varones tenían obligación de alistarse al cumplir los diecinueve años de edad para prestar tres años de servicio militar activo y permanecer nueve más en la reserva, excepto aquellos que obtuvieran la exención por motivo justificado o fueran redimidos en metálico. El valor de dicha redención se fijaba en 1.500 pesetas para la península y 2.000 pesetas para los destinos de ultramar, cantidades que sólo estaban al alcance de las elites gobernantes, las clases medias urbanas y algunos propietarios agrícolas o profesionales bien remunerados. La necesidad de intensificar el envío de tropas a la isla antillana trajo consigo dos consecuencias inmediatas: la restricción de los motivos por los que se concedían exenciones a los mozos en edad de alistarse y el llamamiento a filas de los reservistas en activo. Este segundo hecho originó protestas y manifestaciones en varias localidades riojanas, entre las cuales la más llamativa tuvo lugar en la estación de ferrocarril de Haro el día 11 de agosto de 1895. En general, he respetado las crónicas de la época a la hora de relatar aquel acontecimiento, excepto en lo referente a Ceferino Giménez y el incendio por él provocado.
La crisis de subsistencias durante los primeros meses de 1898 desembocó en motines y alteraciones del orden público en Alfaro, Cervera, Logroño y otras localidades, obligando al gobierno a reconocer el 5 de mayo la “urgente precisión de evitar la exportación de trigo y cereales y precaver los conflictos que pueden surgir por la cuestión de subsistencias (…) planteando la exención temporal de los derechos de arancel con que están gravados dichos artículos”. El asalto al comercio de Miguel Zabalza es ficticio, si bien se tiene constancia de que durante el mes de marzo de ese año se produjo en Haro una manifestación de mujeres a causa del aumento que experimentaba el precio de la harina, a la cual el alcalde respondió en términos similares a los del presente relato.



Las danzas que he hecho coincidir con varios momentos festivos están basadas en descripciones del folklore de la región, aunque no corresponden necesariamente a la tradición de la ciudad de Haro. Del mismo modo, la “fiesta de los novios”, que he situado durante la nochevieja de 1894, está basada en prácticas existentes en otras localidades riojanas, como son Santurdejo, Cañas, Anguiano, Matute, Almarza de Carneros, Clavijo y Cornago.
La costumbre de elaborar “almazuelas” partiendo de pedazos de ropas usadas está documentada por primera vez en textos riojanos del siglo XVII y persiste en la actualidad como artesanía textil en varias poblaciones de la Sierra de Cameros.
La procesión a los riscos de Bilibio para cumplir la Carta Ejecutoria de 1237 es una tradición que se conserva hasta hoy entre los jarreros, y sólo dejó de ser cumplida durante la tercera guerra carlista. Con respecto a la antigüedad de la “batalla del vino”, he de reconocer que las primeras noticias documentadas sobre ella datan de los años treinta del siglo pasado; sin embargo he considerado oportuno tratarla como si fuera una costumbre centenaria.



En las descripciones y referencias a los personajes históricos que aparecen en el texto he procurado respetar las informaciones que se conocen sobre ellos, excepto el ya citado “Caracocha”. No obstante, don Víctor Cruz Manso de Zúñiga merece una mención especial por el relieve que su figura adquiere en la trama. Todas las fuentes consultadas destacan el mérito de la labor que desarrolló al frente de la Estación Enológica de Haro y el celo que puso en tratar de impedir que la filoxera alcanzase la provincia de Logroño y, una vez apareció en Sajazarra, que se extendiese por ella. En este sentido, el episodio de la quema de barbados detectados en la estación de Haro en febrero de 1899 está recogido en la prensa de la época con tonos laudatorios. Basándome en ello he supuesto que habría actuado con la misma contundencia contra cualquiera que desafiara las leyes implantando un vivero de cepas americanas en Haro antes de que la filoxera llegase a la ciudad. Sin embargo, me he permitido la licencia de imaginar que, en el fondo de su conciencia, habría estado de acuerdo con la decisión de Azcona de replantar las vides antes de que sufrieran el ataque del insecto.
El relato del “caso Varela”, por asombroso que parezca, es fidedigno y me he limitado a insertarlo en el argumento respetando las crónicas de cuantos lo han estudiado. Tras la publicación en el Boletín Oficial de la Provincia, el 21 de julio de 1903, del informe del ingeniero agrónomo Leopoldo Hernández Robrego en el cual certificaba la ineficacia de la fórmula propuesta, los viticultores descartaron el tratamiento y el concejal de Verín desapareció sin que se volvieran a tener noticias sobre él.



La tragedia ferroviaria de Torremontalbo es verídica y ocurrió en la fecha indicada, el 27 de junio de 1903. He procurado que la descripción fuese fiel a las crónicas existentes sobre lo que realmente ocurrió, incluso el detalle referente al seno de doña Concha Manso de Zúñiga, cuya entrega humanitaria fue ampliamente ensalzada por la prensa de la época. El accidente dio lugar a la instrucción de un proceso judicial en el cual siete empleados de Ferrocarriles del Norte resultaron acusados de negligencia y se apuntaron como causas del desastre el exceso de velocidad y deficiencias en el estado de conservación del puente. No obstante, el juicio definitivo celebrado en Madrid en 1906 concluyó que la catástrofe había sido fruto de la fatalidad, si bien es cierto que durante los tres años que mediaron la Compañía indemnizó generosamente a los afectados.
Agradezco a los historiadores y estudiosos de la enología las horas que han dedicado a investigar la evolución del vino de Rioja, los efectos de la filoxera en Francia y España y cuantos acontecimientos sucedieron en el último cuarto del siglo XIX y los primeros años del XX. Sin el material que ellos han publicado me hubiera resultado imposible concebir la trama y los personajes. De antemano les pido disculpas por cualquier error que haya podido cometer, fruto exclusivo de mi ignorancia y torpeza.
Quiero dejar constancia de mi agradecimiento más sincero a Luis Vicente Elías Pastor quien, sin conocerme de nada, se prestó a proporcionarme información valiosísima y a leer el primer borrador de la novela. Sus comentarios fueron oportunos, precisos y enriquecedores.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola.Su libro llego a mis manos por sorpresa.
En mis vacaciones mi mujer me preparo una visita a viña tondonia.Entre las botellas de vino de la tienda lei el hijo de la filoxera.Un libro?en una bodega,esto hay que leerlo.
Apasionante, muchas gracias señor GONZALO.

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